¿Por qué al Gobierno de la Comunidad de Madrid no le gusta el informe de Cáritas sobre pobreza? ¿No les gusta el informe o no quieren admitir que la «región de la libertad» esconde más de 1,5 millones de personas en exclusión social? ¿Qué temen?
J.M.P.
El Informe de la Fundación Foessa, de Cáritas, sobre las consecuencias sociales de la crisis, que ha agravado la pandemia de Covid19, parece que se les ha indigestado a los dirigentes del PP. La reacción pública del portavoz del Gobierno de la Comunidad de Madrid, y flamante consejero de Educación, Ciencia y Universidades, Enrique Ossorio, calificando de “error” el informe y preguntándose, buscando por el suelo, “¿dónde estarán los pobres?”, es una imagen insultante y reveladora.
Es un insulto para ese millón y medio de personas que viven en la Comunidad de Madrid en situación de exclusión social, según la terminología del estudio, un 22% de la población total. Es un insulto para cualquier persona inteligente ver cómo se niega el problema, pero es lo que suele hacer la derecha como nos ha demostrado con la gestión de la pandemia, con la violencia de género o con cualquier problema social para el que no tiene, o no quiere tener solución.
Y, al mismo tiempo, esa reacción es reveladora de una actitud clasista y prepotente. Es muy probable que el sr. Ossorio no se cruce en ningún momento de su vida cotidiana con ningún “pobre”. Es normal que, en su atalaya privilegiada, ya sea en su alto cargo público (gana más que el presidente del Gobierno) o en la gestión de su par de millones de euros de patrimonio, no tenga ese encuentro funesto con la pobreza. Y, “si él no la ve”, no existe. Con el ademán de buscarla por el suelo parece que nos quiere transmitir su estrecho concepto de la pobreza que se debe limitar al mendigo harapiento y hambriento que se arrastra pidiendo limosna.
Y no ha sido el único. En la misma línea reaccionaron el consejero de la Presidencia, Enrique López, soslayando el problema afirmando que “el INE ha situado a Madrid en riesgo bajo de pobreza”, o la propia presidenta, Ayuso, que, respaldando a su consejero, negó que Madrid fuera una región de pobreza.
La exclusión crece un 29,3% en tres años
Respecto al estudio específico sobre la Comunidad de Madrid (el estudio de Cáritas, utiliza 8 dimensiones para medir el grado de integración o exclusión social de los hogares y personas, así como su evolución entre 2018 y 2021. Estas 8 dimensiones se agrupan en económicas, políticas y relacionales. Entre las primeras están las de empleo y consumo. Entre las segundas, vivienda, sanidad, educación y participación. Y, entre las terceras, el conflicto y el aislamiento social. Según el grado de afectación, es decir, el número de dimensiones e indicadores en los que la persona o el hogar tiene problemas o carencias, divide a la población en cuatro categorías; la integración, que puede ser plena o precaria, y la exclusión, moderada o severa), el primer dato que llama la atención es que la exclusión, sumando la moderada y la severa, ha pasado de un 17,2% de la población en 2018, a un 22,3% en 2021. Un crecimiento del conjunto de la exclusión del 29,3% en sólo tres años, pasando de 1,1 millón de personas a 1,5. De ellas, 813.000 en exclusión severa, 163.000 más. Una de cada cuatro personas en la Comunidad de Madrid se encuentra en situación de exclusión social.
Llama poderosamente la atención que la integración plena, es decir, el conjunto de aquellas personas que no padecían ninguna carencia de las estudiadas, experimenta una reducción muy significativa de sus componentes. Pasa de constituir el 51,3% de la población en 2018 al 42% en el 2021. Retrocede casi diez puntos lo que se traduce en que una de cada cinco personas que tres años antes disfrutaba de una integración social plena, ha sido expulsada de ese “paraíso”. A los dirigentes del PP les debe preocupar más esta deriva que el aumento de la pobreza, ya que este sector de la sociedad representa el grueso principal de la base social sobre la que se sustentan. Esos que prefieren que nada cambie porque ellos están bien.
Esta reducción de la integración plena se traslada en cascada a las demás categorías sociales, todas las que no gozan de la integración plena y que forman el 60% de la población. La integración precaria, los que sí padecen alguna de las carencias, sube del 31,4% al 35,8% en el mismo periodo. La exclusión moderada pasa del 7,3% al 10,2%. Y la exclusión severa del 9,9% al 12,1%.
La exclusión no surge de la nada ni por designio divino, sino como consecuencia de un reparto crecientemente desigual de la riqueza en la sociedad madrileña. En esa línea el informe resalta que “los resultados también indican un aumento de la desigualdad entre los más pobres, que han visto reducidas sus rentas un 22%, que contrasta con el crecimiento del 18 % de las rentas de las personas con mayores ingresos”.
“La dimensión en la que una mayor proporción de la población madrileña presenta situaciones de carencia es la relacionada con la vivienda (que afecta al 25,1% de la población), seguida de la dimensión del consumo (22,2%), el empleo (18,3%) y la salud (17,6%)”. Respecto al empleo, el estudio destaca que antes solía ser un factor de integración, pero eso está cambiando y se debilita, sobre todo en ciertos sectores como la juventud y las mujeres, debido a la extensión de trabajos de mala calidad por su inestabilidad y precariedad. Tener trabajo no garantiza la integración, ni siquiera poder hacer frente a todas las necesidades básicas para un sector creciente de la población.
“La prevalencia de la exclusión entre las personas de nacionalidad extranjera en Madrid multiplica por 2,7 la de las personas de nacionalidad española”.
“Entre los hogares en situación de exclusión social, el 45,9% ha dejado de comprar medicamentos o seguir tratamientos o dietas por problemas económicos.”
“Los indicadores que miden las situaciones de privación material arrojan datos más preocupantes. Por un lado, se ha producido en el último año analizado un incremento muy marcado del porcentaje de población en situación de privación material severa, que pasa en Madrid del 4,5% en 2019 al 6,9% en 2020”. Por algo surgieron “las colas del hambre”.
Conclusiones
Para quien esté tentado de culpar de esta situación en exclusiva a la Covid19, el informe deja claro que el deterioro social comenzó antes de la pandemia, en 2019.
El análisis comparativo de los datos de 2018 y 2021 ponen de manifiesto una dinámica de agudo deterioro de toda la escala social en solo tres años. “Esta evolución revela, por tanto, un proceso de deterioro generalizado que parece ser más intenso entre la población que previamente tenía un mayor número de problemas”, según afirma el informe. Y continúa: “Esta tendencia nos advierte de que, aunque durante las crisis se produce un rápido incremento de la exclusión, la posterior llegada de periodos de recuperación y crecimiento económico no suponen un descenso de dichos niveles de exclusión al mismo ritmo. De esta forma, en las últimas décadas se ha constado que la facilidad para caer en la exclusión cuando hay crisis se transforma en dificultad para salir de ella incluso en los periodos de bonanza”.
Los dirigentes del PP pueden cerrar los ojos ante el informe Foessa, y ante la propia realidad, pero eso no eliminará los problemas sociales, solo los puede agravar, pues, si se niegan, mal se pueden resolver. Por esa razón, este informe es una llamada de atención a todas las instituciones y a toda la sociedad española. Como mínimo hay que respetarlo, pues cuantifica una dinámica social regresiva, desigual y excluyente. Y lo que es necesario, es combatir las causas si aspiramos a vivir en una sociedad de seres justos, honrados e inteligentes.